El derecho individual a poseer armas de guerra fue considerado parte inalienable de la libertad individual en ámbitos tan diversos como los pueblos ibéricos prerromanos, la polis griega clásia o el mundo de los caballeros en la Alta Edad Media europea. Este modelo de pensamiento contrasta con los intentos de los Estados territoriales o imperiales de todos los periodos por controlarlas, o al menos impedir la difusión de las armas consideradas supuestamente decisivas de alta tecnología: el carro de guerra de la Edad de Bronce, las catapultas o torres de asedio helenísticas, el fuego griego bizantino, o la primera artillería de pólvora en los reinos de Europa occidental en el siglo XIV. Las prohibiciones a la exportación de tecnología militar se legislaron ya en Roma y Bizancio, mientras que los problemas éticos asociados al uso de determinadas armas preocuparon tanto a Polibio o Plutarco como a Miguel de Cervantes.