Edición facsimil libro de 1963.
Luis Bollaín recoge poéticamente su admiración, sus recuerdos y su profundo conocimiento del toreo del “Terremoto”, del “Fenómeno” que protagonizó junta a Joselito La edad de oro del toreo, y que se puede sintetizar en los conceptos de Parar, Templar y Mandar que se transcriben del libro.
Parar: Si torear es “parar”, el que aspire a ser torero – o el que se precie de serlo- ha de vivir bajo la idea obsesiva de la quietud. Y, sin embargo. ¡pobre del que, deslumbrado por el estatismo, se obstina en permanecer sin moverse ante el toro! (….) Se “para”, no porque el torero deje “quietos los pies”, sino porque “mueve los brazos”: porque “moviendo los brazos”, se ha ganado la “quietud”.
Templar: La única (manera) que a mi juicio puede concebirse: como concordancia de movimientos, sí; pero con ejecución lenta y con soberanía sobre el toro (….) Torear es llevar la contraria al toro, obligarle… a lo que él no “quiere”: si es huído, a que doble; si es tardo, a que embista; si se resiste a pasar, a que pase; si se cuela, a que acometa derecho; si derrota alto, a que humille; si se revuelve pronto, a que vaya lejos; si acomete recto hacia el torero porque este “se cruzó” con él, a que quiebre la derechura del viaje; y si embiste fuerte y rápido, a que pase suave y lente. Sí, sí; no lo dude: templar es una manifestación –la más relevante- de ese “llevar la contraria al toro” en que el toreo consiste.
Mandar: Belmonte no quiere –no puede, porque su psiquis humana no le deja- citar desde “fuera” del camino del toro, ni “quitarse” cuando el toro acude, ni “quitar al toro·… más de lo necesario. Quiere verle venir; quiere que, al llegar a él, casi llegue hasta él; y que le acaricie al pasar. Este es el “mando”, en su punto preciso de toreo y de emoción; de emoción torera.