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Al estudiar las acciones sociales dentro de las prisiones mexicanas, se descubre que las normas que regulan la convivencia no emanan exclusivamente de la autoridad oficial, sino que de manera simultánea se gestan y se reproducen otras, producto de la interacción entre internos y unas más como resultado de la relación que sostiene el recluso con el personal. La coexistencia de estas reglamentaciones resulta extraña, inverosímil y hasta contradictoria, puesto que la oficial se puede apreciar en la Ley y es ejercida por un sector de los empleados. El personal de seguridad maneja un código ilegal que sólo atiende a sus intereses. Por su parte, la reglamentación instituida por los internos, también al margen de la Ley, es la que rige las vidas y marca las reglas del juego por y para ellos mismos. En cada conjunto de reglas, se encuentran los castigos que se imponen a quienes las transgreden; las creadas por la autoridad ya han sido escritas oficialmente, mientras que las extraoficiales, no obstante que existen, carecen de la formalidad documental. De estas normatividades, de sus universos de significación y de sus repercusiones a nivel individual y social da cuenta esta obra.