Este libro que tienes en tus manos es una suerte de salvoconducto que, en parte, me libera de una punzante deuda mantenida durante años con mi tierra: La Isla. Sí, tras escribir más de una docena de libros, me pedía paso en mi ánima, de forma apremiante, la idea de dejar en letra impresa gran parte de lo vivido, de los recordado para, con mayor o menor tino, tratar de contarlo.
Porque necesitaba dar cuenta de aquellos años tan grises, pero tan felices, de tanta necesidad, pero tan solidarios, de tantas superstición y de tantos misales de canto rojo, pero tan inocentes, de tanta opresión pero, también, de tanta libertad interior. Tal vez, por la ignorancia alimentada día a día por la sociedad isleña de mediados del siglo XX. Desde las formas más domésticas hasta las más trascendentes quedan aquí reflejadas.