Bello escrito en prosa del año 1951, en el que el campo saca incansables bellezas escondidas y acumuladas, las renueva y ofrece sin tasa a los ojos y al alma de quien quiere gozarlas. Advierte con su descansado silencio que sólo volviendo a él encontrarán los hombres lo mejor de ellos mismos... Edición crítica con glosas de Juan Luis Hernández Mirón. Prólogo de Luis Landero