El autor entró por primera vez en el Parque de la Verendrye, en la primavera de 1992. Y desde esta fecha no ha dejado de acudir a la cita primaveral con los osos negros canadienses: unos años treinta días, otros veinte días, los menos diez días. En estos últimos años ha ayudado a que más de 300 cazadores consiguieran más de 300 osos, sin contar los fallados y los heridos. Anécdotas en tantos años, no es que haya habido muchas, han sido muchísimas. Tanto es así que inició una serie de artículos que los llamaba Memorias de un cebador de osos, que son la base de este libro, en donde refleja varios de los casos que habían ocurrido cazando osos de primavera en Canadá.
En el libro incluye, además, varios apéndices, entre los cuales figura un Tratado de Mus, afición que le ha valido, entre sus amigos y colaboradores, ganarse el apodo de Muslimbi.