En el último tomo de los siete de estas memorias, Valverde habla de la pesca y el mundo marino y acuático que tanto amó. Como le ocurrió con otros temas, descubrir algo le llevaba a realizar proezas extraordinarias movilizando a medio mundo. En este caso, localizar las últimas barcas fluviales de los ríos ibéricos, adquirirlas, arreglarlas, transportarlas, almacenarlas y donarlas a un museo para rescatar in extremis ese valioso patrimonio histórico de la España antigua, un leit motiv en la vida de Valverde en los 77 años que vivió. Cuando se interesó por las barcas fluviales ni se imaginaba que existía tal variedad de modelos. Le impresionó el importante papel que estas construcciones artesanales de madera jugaron en la historia de España, permitiendo vadear ríos a los ejércitos invasores, a los reconquistadores, a los rebaños trashumantes y haciendo viable las comunicaciones en épocas donde los puentes escaseaban.