Con el rigor metodológico que caracteriza a sus trabajos, adobados por una prosa cargada de sentimiento y emoción, Odile Delenda describe los distintos lugares de la Cartuja de Jerez donde se concentraba la obra de Zurbarán, iniciando el recorrido por el suntuoso sagrario, hoy inexistente a causa del despojo y saqueo que sufrió en 1810 por las tropas de ocupación francesas. Allí en ese recogido y maravilloso espacio, antesala del cielo, dos ángeles precedían a sendos séquitos de santos frailes cartujos, los más relevantes de la orden, en los que Zurbarán captó su grandeza espiritual, que ellos ofrecían humildes al altísimo. La erudita descripción de la autora de estos frailes cartujos del sagrario se acompaña de hermosas semblanzas de sus protagonistas, apoyadas en datos recogidos por los antiguas biografías que de ellos se habían escrito en el pasado. Del ambiente misterioso y sublime del sagrario, Odile Delenda nos traslada al coro de legos donde se encontraba una de las más bellas obras del artista: La Virgen del Rosario con frailes cartujos, actualmente en el Museo de Poznan, y que justifica su emplazamiento y su ejecución por la intensa devoción a María por parte de los cartujos, e igualmente a la práctica del Santo Rosario. Finalmente, la autora nos traslada al retablo principal de la Iglesia que, sin duda, constituía el mayor reclamo espiritual del recinto, presidiendo su anchuroso presbiterio. Hoy el retablo ha desaparecido y sus pinturas están desmembradas y repartidas en diferentes paraderos. En este conjunto se disponía un admirable y coordinado repertorio de obras con una finalidad claramente catequística, puesto que en él, aparte de señalarse los orígenes milagrosos de la devoción a la Virgen en el ámbito jerezano, se rendía culto a San Bruno y también a las representaciones de los cuatro episodios fundamentales de la infancia de Cristo y de la vida de la Virgen, que no son otros que la Anunciación, la Adoración de los pastores, la Adoración de los Reyes y la Circuncisión.