Navarra, más allá de un concepto geográfico y lejos de divisiones fronterizas de antaño y de hogaño, es, o debe ser, un concepto histórico; es la historia, es la lengua, y sobre todo, es la propia sangre la que no conoce de mugas. En este caso, el autor así lo ha sentido, limitándose a pasear, a percibir, a disfrutar, a dejarse encandilar por una Xuberoa y una Baja Navarra, que enamoran a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad. Y todo esto, realzado por la belleza de las acuarelas y los dibujos de María Urmeneta.