El lector encontrará en estas páginas al Evaristo que canta, al que se mueve por los escenarios, al ídolo de más de una generación que vitorea su nombre al final de los conciertos. El Evaristo de siempre, sin más. Esta vez ha cambiado el micro por el bolígrafo, pero es el mismo. Sigue escupiendo sus ideas sin ningún pudor. Pues eso, que a menudo llueve.