Tras la represión desatada por las autoridades el campo andaluz quedó en silencio. Un hondo y pesimista silencio tan sólo quebrado por los gritos que procedían de los calabozos de la Guardia Civil, donde morían todos los sueños de libertad. Los años pasaron y nació la leyenda. En los corros de las plazas, llenas de jornaleros desempleados, en voz muy baja, se contaban sangrientas historias de una banda de campesinos conocidos como La Mano Negra que asaltaban cortijos, mataban el ganado, talaban las cepas, colgaban señoritos, violaban a las hijas de los capataces, etc. Tales barbaridades, que nunca pasaron de ser rumores con los que se amedrentaba a los indecisos, justificaban la diaria actuación de la Guardia Civil que no solamente se limitaba a perseguir la delincuencia sino cualquier comportamiento que no estuviese bien visto por los terratenientes y sus lacayos. La historia la escriben quienes disponen de voz y la leyenda se fue convirtiendo en realidad. El campo andaluz se transformó en modelo de anarquismo violento, atribuyendo todos los movimientos jornaleros a un activismo terrorista y desintegrador, que nunca existió. Y el tiempo pasó... Cada vez que alguien osaba mencionar el maldito nombre que adoptaron aquellos fascinerosos en el interior de algún bar, todos callaban y miraban hacia el suelo temiendo la irrupción violenta de la Guardia Civil. Época de miedos y de sables. Y el tiempo pasó...