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Si como presidente de EE.UU. Donald Trump defendió beber o inyectarse cloro como remedio frente al Covid, aún hoy se siguen propagando otros métodos caseros a cuál más delirante: consumir cocaína, distintos brebajes o bebidas alcohólicas, ajos crudos, mucho picante, lavarse las manos con orina de niño o portar estampitas de santos, entre otros muchos.
Curiosamente, ya fueron usados para enfrentar pandemias pasadas. Hasta la ingesta de cloro. Culito de rana recuerda esos y otros estrambóticos tratamientos a los que recurrían nuestros abuelos o bisabuelos con absoluta fe. Veremos en algunos de los rocambolescos remedios de hoy la explicación del ayer, así como llamativas similitudes. En las cuarentenas, por ejemplo, y los debates por las restricciones de la actividad económica, con autoridades empeñadas en quitar hierro a unas epidemias que iban a ser “como un resfriado”, pero causaron millones de muertos; amén del agosto de charlatanes de distinto pelaje.
Miguel Ángel Ordóñez repasa también la transformación de las farmacias en aquellos tiempos y cómo convivieron las sanguijuelas, las sangrías, los amuletos, la leche de burra o fumar como carreteros (sobre todo cigarrillos de hachís o marihuana contra el asma y la tuberculosis), con las bebidas energéticas de entonces: vinos con quina, coca, hígado de bacalao o sesos de cobaya y ternero. En una relación sorprendente, se menciona también la compaginación de productos tan naturales como escatológicos (incluso heces, grasa humana y momias), con los descubrimientos de la cocaína y la heroína (que se usarán hasta en jarabes contra la tos para niños). Capítulo aparte merecen la obsesión por la masturbación y el peligro de muerte que conllevaba o la moda entre ricos de robustecer su salud y alargar la vida a través del trasplante de testículos de jóvenes o gorilas.