La crítica del mundo industrial y en particular aquella crítica del lugar que ocupa la tecnología en nuestras sociedades modernas, nos ha conducido paralelamente a desarrollar la crítica del progresismo bien arraigado en el imaginario de las diferentes utopías socialistas, y a ver cómo este progresismo adulador de la ciencia y la abundancia industrial apuntaba a una metafísica. Es también al constatar la importancia del análisis ecológista, así como los terribles acontecimientos que se imponen hoy a nosotros, como se podía advertir que ninguna base material podría sencillamente sostener estos sueños pueriles de abundancia, de tecnologías sofisticadas democráticamente repartidas, de fin del trabajo. Pero una repugnancia más subjetiva a este tipo de sueños se abría paso en nosotros: ¿qué idea del hombre y de la libertad se escondían detrás de esas utopías? Y sobre todo ¿qué idea del hombre y de la libertad había que defender en su lugar? El ludismo fue un movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a partir del odio incondicional hacia las máquinas Aprincipios del siglo XIX, y cuyas acciones se basaban en la revuelta espontánea y desorganizada, atacando con frecuencia a los instrumentos de producción. Sus seguidores se llamaban ludistas o luditas.