Ajeno a las tendencias místicas de su tiempo, hostil a cualquier intento de conciliar a Aristóteles con la tradición platónica, Alejandro de Afrodisia se inclina decididamente por una concepción materialista o naturalista del alma: insiste en la inseparabilidad de forma y materia; sostiene que el alma, siendo forma del cuerpo, perece con él; entiende que el intelecto agente o productivo (según las enigmáticas palabras de Aristóteles en "De anima" III 5, lo "único inmortal y eterno") no es otro que el Intelecto Divino. Lo cual implica que la filosofía aristotélica, tal como Alejandro la entiende, excluye la inmortalidad personal; de ahí que la interpretación "alejandrista" haya sido, en siglos posteriores, el mayor escollo a todo intento de asimilar al filósofo de Estagira a la fe cristiana. Las interpretaciones aristotélicas de Alejandro de Afrodisia estuvieron presentes en las escuelas neoplatónicas griegas, en las escuelas de lógica medievales, en las disputas de filósofos musulmanes, judíos y cristianos sobre Dios y el alma del hombre, sobre la libertad y la Providencia, y siguen estando presentes en los estudios aristotélicos de nuestros días.
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