Adentrarse en el universo mágico de este libro es volver a tocar y oler lo auténtico, que, a veces, parece que olvidamos anestesiados por el mundo prosaico donde nos ha tocado vivir. A través de sus líneas, Miguel Bulnes nos trae una Naturaleza que estalla conforme leemos: parece que olamos a tierra mojada después de una tormenta veraniega o veamos la briega de las cabras y escuchemos el tintinear de sus campanillas... Y lo consigue porque nos la enseña vista desde unos ojos diminutos (es la historia de una familia de perdices y su enano acompañante), con lo cual la sensación de Gran Madre es aún mayor. Mediante esta técnica, el autor nos acerca a un mundo primigenio y sencillo, en ocasiones peligroso pero siempre justo. Después, el contrapunto: la irrupción del mundo "inventado", la irrupción del mundo de la civilización, y lo hace mediante una novela corta sabiamente engarzada en el entramado de la obra. En ella nos habla de cómo personas sencillas son derrotadas por la ciudad y huyen encontrando el sosiego casi inmediatamente, casi a la par que el lector.