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Alfonso X El Sabio. Una biografía

Alfonso X El Sabio. Una biografía

Alfonso X El Sabio. Una biografía


  • autor: H. Salvador Martínez
  • editorial: Polifemo
  • año: 2003 (1 edición)
  • idiomas: Español
  • dimensiones: ancho 18.0 cms., alto 25.0 cms.
  • peso: 1830 grs
  • ISBN: 84-86547-66-0
  • ISBN 13: 9788486547660
  • páginas: 756
  • encuadernación: cartoné
  • color: color
  • Disponibilidad: Bajo petición

P.V.P.: 60,00 € IVA incluido
descripción

Según el autor, el rey que dio a Europa «un corte visual» de la vida europea del siglo XIII, era «un intelectual de gran nivel que fue traicionado por una enfermedad en el rostro, probablemente un cáncer maxilofacial, lo que le provocó arranques de ira injustificada». El libro ha supuesto para el autor diez años de trabajo y cuenta con casi 800 páginas, abundante material visual, bibliografía extensa e índice de personajes. Como persona, Alfonso X era «muy ingenuo, extremadamente educado y muy inteligente, pero en las relaciones humanas la ingenuidad le gastaba malas pasadas» y además, los arranques provocados por su enfermedad le provocaron enfrentamientos graves con sus hermanos Fadrique, al que mandó matar, y con Enrique, al que quería mucho, pero condenó a muerte, en decisiones que son «contrarias a su humanismo». Grandes dolores Sobre la enfermedad que tanto le marcó, los médicos dudan entre un cáncer maxilofacial o un tumor con periodos virulentos pero, en cualquier caso, le provocó enormes dolores de cabeza y, en ocasiones, «el ojo se le salía de la órbita», hasta el punto de que su propio hijo Sancho llegó a acusarle «loco y leproso». La intelectualidad de Alfonso X le vino por influencia de su madre, Beatriz de Suabia, ya que había sido educada en la mejor corte cultural del momento, la de su tío, Federico II de Sicilia. De educación muy esmerada, aunque sin acudir a ninguna universidad como hicieron dos de sus hermanos, alumnos en París, Alfonso eligió a algunos de sus profesores entre los árabes y estudió con ellos filosofía y teología del Corán. En su corte se mezcló la corriente humanista tradicional con la que procedía de Aristóteles a través de las traducciones de Averroes, lo que difundió el interés por las obras científicas y fue «una auténtica novedad en Europa», subrayó. En las Cantigas, su obra más importante en poesía, puede seguirse no sólo la vida del siglo XIII, sino también la propia ideología del rey y sus peripecias personales, pues muchas de ellas tienen auténtico fondo histórico y aportan datos que deberían ser seguidos por historiadores. Desde cierto punto de vista, Las Cantigas es la única obra europea «multimedia», porque además de texto, aportan la música y la imagen y además constatan la fecha, el día y la hora en que el rey corrigió la obra. Salvador Martínez agregó que «no se puede hablar de escuela de traductores propiamente dicha», aunque el rey mantuvo dos escriptorios, uno en Toledo y otro en Sevilla, donde un conocedor el árabe -musulmán, mozárabe o judío- pasaban las obras al castellano y posteriormente un clérigo al latín. Los compiladores recopilaban para el rey la información según su criterio la información deseada, y tras realizar su labor, Alfonso X los repasaba y corregía. Los catorce libros, agrupados bajo el título de Libros del saber tienen un contenido científico que posteriormente pasó a la cultura europea un mundo totalmente nuevo hecho de ciencias como la física, la biología y la medicina. Otros amanuenses acompañaban al rey y le ayudaban, en una labor cultural «en camino», como las que tuvieron lugar en Pampliega,(Burgos) y Requena (Valencia), Ávila, Valladolid o Vitoria, donde en 1275 y 1276 recogió en préstamo muchos manuscritos de monasterios riojanos. Como político El aspecto más controvertido de su actividad fue el político, porque su ingenuidad le hacía fiarse de todo el mundo y eso le trajo inconvenientes, señaló Salvador Martínez, aunque en su opinión «no era tan mal político». Al final de su vida, Alfonso luchó, según Salvador Martínez, contra su esposa Violante de Aragón y su hijo Sancho, y eso amargó sus últimos años, pues él defendió los derechos de los hijos de su primogénito Fernando de La Cerda. Tras su muerte, su nuera María de Molina y su hijo Sancho implantaron en la corte un modelo cultural diferente al que el rey Alfonso X había defendido y volvieron a la cultura tradicional de la época.

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