En este trabajo se intentan recoger algunos de los barcos recuperados por sus esforzados propietarios, hipotecando en algunas ocasiones sus propiedades con el fin de poder rescatar piezas irrepetibles de la destrucción, barcos que tras su estela dejan ilusiones y trabajo de varias generaciones; cuando el navegar era cosa de marinos, solamente aconsejados por sus conocimientos de los fenómenos meteorológicos; por su "olfato", y en muchos casos por su sangre fría, mejor dicho, "salada", que le permitía voltejear, tomar rizos o largar velas en el preciso momento, según lo precisara la navegación, conscientes de que nadie los podría ayudar en caso de errar en la maniobra..., además, los patrones y capitanes tenían que ser (eran) perfectos conocedores de la orografía de la costa por la que navegaban, conocimientos que únicamente la experiencia podía dar.