Sin escudarse en lecturas orientalistas o en gratuitas nostalgias nómadas nuestra poeta nos guía a través de una decidida caligrafía a contemplar y participar de las más singulares hazañas del verbo, más allá del logro literario, más acá donde la sombra de la jaima recibe con hospitalidad milenaria la humanidad del forastero.La sed y los modales de infinito de que el lector avezado en el milagro hace gala son ampliamente satisfechos en la cisterna del poema. La palabra como río de amor y sombra del paraíso cabalga sin prisa y con acento nómada, tatuando tras sí el mundo vital y literario que impone para sí la teóloga de la arena.Lectura de Sangre de nómada que abordé con delicada y estudiada indisciplina. Elemental argucia que el lector atento al milagro encuentra sin dificultad en cualquiera de los apartados (oasis) del poemario. Como sangre nómada la poética de Inmaculada imprime una decidida voluntad de unidad a cada uno de los apartados del libro que reclama la atención del cálamo siempre al acecho al atlas de la sensibilidad: mapa donde se da cita el conjuro a la maternidad, recodo de vida donde la palabra como caravana de imágenes reparte y enumera los dones que la poeta en su íntimo periplo por los más singulares ejercicios de amor y protesta comparte como un examen de necesaria hospitalidad. Sangre de nómada: diálogo entre dos orillas, boda intercultural de la metáfora donde toda aparente antinomia es bellamente resuelta en los espejos de la común silaba de asombro y en los espejismos que gratamente cultiva la universal memoria: El interior de la jaima / Oasis en el camino / Sendero de estrellas / Peregrino de la palabra