Como docente de Matemática de primer año en la Universidad, sabía que no podía atribuir al estudiante toda la responsabilidad de su fracaso. Siempre escuchaba frases como "Los alumnos cada vez vienen peor" y nos sentíamos, de alguna forma, tranquilos, libres de culpa. En mis estudios de Maestría noté que muchas cuestiones, formalizadas en diversos textos, reflejan la realidad de las aulas universitarias. Al reflexionar sobre mi propia práctica docente llegué a tristes conclusiones: no daba las clases muy distintas a las que había recibido, tenían la estructura de la clase magistral y no se entienden, ni los alumnos manejan un lenguaje matemático básico. Esto se transformó en desafío y me dio una fuerza increíble para buscar el cambio: ¿qué puedo hacer desde mi lugar como docente? y ¿cómo ayudar a mis colegas a reflexionar sobre su práctica?. Me propuse investigar y abordar los aspectos que hacen a la práctica docente y al clima áulico tratando de explicar la influencia de los mismos en el rendimiento académico de los estudiantes. María Cecilia Gramajo, me dio su apoyo incondicional. Esta publicación presenta los resultados de esta investigación.
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