Las ciudades de todo el mundo se llenan de altas construcciones de oficinas y residenciales, y las viejas ciudades occidentales, desde Barcelona hasta Londres, desde Viena hasta Nueva York, se pueblan de rascacielos menos gigantescos pero más sorprendentes y complejos. Se trata de un fenómeno que incorpora importantes innovaciones tecnológicas que no afectan sólo a las personas que las proyectan o las disfrutan, sino que han pasado a formar parte del imaginario colectivo desde aquel 11 de septiembre de 2001, cuando las imágenes del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York dieron la vuelta al mundo.