En este último y, quizás, el más arriesgado ensayo fotográfico de Isabel Muñoz, una peregrina de la belleza que ha ido dejando la huella de su exquisita mirada en las anchas geografías de la tierra. Es también su trabajo más maduro, el que resume mejor sus plurales talentos para el retratao, un género en el que el fotógrafo bordea, más que en ningún otro, el riesgo del albur y la imprevisión. En un tiempo en el que la intrascendencia ha conducido al arte a la suntuosa espuma de la frivolidad, Isabel Muñoz no ha dudado en adentrarse en las tinieblas más penumbrosas de la conciencia, como en esta sobrecogedora galería de retratos de los miembros cautivos de la Mara obtenidos en las cárceles de El Salvador. Y aún en este universo contrahecho y espeluznante de la violencia ha sabido hallar una suerte de azarosa belleza, por más que ésta se oculte en las simas más atroces de la realidad.