La idea central de este trabajo es reflexionar sobre la función que, tradicionalmente, ha encarnado la mujer, desde tiempos remotos, en la Literatura. El mal se define por oposición al bien y esta dicotomía maniquea se personifica en hombre y mujer en todos los campos y, concretamente, en el que tratamos en la obra ; se plantea un desajuste primario, en el que la mujer representa un papel inferior frente al hombre, estudiado y analizado hasta la saciedad, quedando ésta relegada a estudios secundarios. De ahí que, la consideremos, dentro del género literario epistolar, como un espejo borroso de una sociedad patriarcal que merece ser explicado y justificado como elemento de primer orden. Hombre y mujer, componentes de una misma dicotomía, en un mismo plano jerárquico, en el que no puede entenderse el uno sin el otro y, en el que, la mujer no desempeña un rol contemplativo, no es exclusivamente receptora de una literatura antropocentrista, sino que su misión es tan activa y ostensiva como pueda ser la de cualquier hombre que ejerza su labor literaria.
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