El estudio propone una nueva aproximación a nuestra identidad lingüística desde el rigor científico con objeto de contribuir a la obtención de un conocimiento más definido del andaluz, un conocimiento que, según el autor, precisa trascender del ámbito académico y ser difundido y compartido por la sociedad como instrumento para derribar las barreras de la desinformación y favorecer la descripción y valoración objetivas de uno de nuestros principales rasgos indentitarios. Asegura Narbona que el andaluz es una de las variedades lingüísticas más estudiadas de todas las que tiene el español y, a pesar de ello, es una de las peor conocidas, incluso por los propios andaluces. A esta circunstancia se une el hecho de que el habla andaluza se haya visto, a menudo, reducida a un estereotipo negativo. Las connotaciones simplistas y estigmatizadoras del andaluz han contribuido a dejar en un segundo plano el conocimiento de los elementos que lo singularizan: su gran variedad geográfica, así como sus particularidades léxicas, morfológicas, fonéticas y sintácticas.