El Guadalmedina es una broma de la etimología; no es un río ni es de la ciudad. Un río invisible El Guadalmedina es un ente interesadamente indefinible, una suerte de kippel geohistórico que si se definiera habría que repensarlo y eso podría crear un efecto pernicioso al entramado urbano y no urbano que lo bordea. Imaginemos que a partir de plantearnos "eso" que es el Guadalmedina, sea lo que sea, tuviéramos que aceptar errores, cortedad de miras e intenciones espurias de los últimos dos siglos, que hubiese que decir lo pésimas que fueron un sinnúmero de actuaciones que han englobado desde criterios de gestión de los recursos naturales a lo largo de sus casi cincuenta kilómetros hasta el desprecio de las instituciones y organismos varios por los que han sufrido sus riadas, sequedades o abandonos. PROBLEMAS. Quizá habría que declarar su cauce suelo urbanizable de una vez por todas y olvidarnos de él para siempre. Hacer aparcamientos, hoteles, centros comerciales y chalets adosados. Seguro que cualquier mediocre urbanización que se llamara "Altos del Guadalmedina" o "Guadalmedina Holiday Resort" nos ayudaría a referirle a las nuevas generaciones que, una vez, ahí hubo un río que pasaba por mitad de la ciudad. Que se las arreglen como puedan los arqueólogos de dentro de mil años para definirlo. SIN PROBLEMAS. Tras meses de trabajo y un workshop final, cincuenta y cinco alumnos de la Escuela Superior de Arquitectura de Granada, varios profesores y una docena de profesionales de distintas materias idearon hacer del río Guadalmedina, de todo su territorio fluvial, incluido el tramo de seis kilómetros que atraviesa la ciudad, un espacio con estructura y funciones de río. Estas son las propuestas.