No vamos a descubrir ahora que Jerez de la Frontera es un manantial del que han salido cantes y cantaores que hoy son parte esencial de la historia de este arte, ya universal, que nos define. Fueron muchos, como muchos fueron los que nacieron y se criaron en otros espacios singulares de nuestra geografía, donde se hacinaban gitanos, moriscos, andaluces de la periferia maldecidos por el hambre y la miseria…, como Triana, los barrios gaditanos y su bahía, el Perchel malagueño con la Trinidad, o los barrios del Sacromonte y el Albaycín granadinos. Y son ellos, todos ellos, en una fusión de razas y de culturas, los que dan nacimiento a unas músicas que son grandes de por sí.
Tal vez por esto, decidimos un día hace ya muchos años iniciar una serie de entrevistas con unos hombres y mujeres del mundo del flamenco que habían sido fundamentales en su tiempo, pero que, por las circunstancias políticas, económicas o sociales, la afición los había ido dejando aparcados en el rincón del olvido, sin otra cobertura que la caridad o la beneficencia municipal en su caso. Queríamos ser una especie de grito que, en boca de estos artistas, reclamaran el estatus que la sociedad y los estados debían a estos hacedores de arte, ya orillados de los habituales circuitos.