Debo advertir al lector que este libro no va a enseñarle nada sobre cómo navegar. Para compensar este vacío didáctico, los relatos que aquí se cuentan, sí le servirán para conocer algunas de las muchas prácticas de cómo no se debe navegar.Quizás algún aprendiz de marino se sienta identificado con alguna de mis aventuras o más bien debería decir desventuras-. Estoy seguro de que a algún intrépido navegante le habrán pasado cosas parecidas a las mis relatos, pero la gente siempre las calla por vergüenza, lo cual es injusto, porque compartir estas experiencias puede evitar que otros cometan las mismas barbaridades. Todos damos traspiés cuando comenzamos a andar y el que diga lo contrario o es un superdotado o un fanfarrón. Cuentan que el mismísimo Sir Francis Drake, atrapado en el mar de los Sargazos, después de llevar más de treinta días encalmados, sin víveres y a punto de agotar el último barril de agua dulce, reunió a sus oficiales en su camarote y desplegando sobre la mesa una sucia y húmeda carta náutica les dijo: Caballeros, hay un punto en la carta a unas diez millas de nuestra posición. Si es una isla, estamos salvados. Pero como sea una cagada de mosca