Un hecho histórico, acaecido en aguas del Atlántico hace más de 400 años, y del que aún existen misterios no resueltos
1622. El barco de las ratas es un libro en el que se relatan una serie de hechos reales, que han sido objeto de análisis y de investigación histórica, como figura en la segunda parte de la obra. Esta información, bien documentada, ha aportado un conjunto de datos de gran interés, fundamento sobre el que Alberto Vázquez-Figueroa ha escrito la novela de este título, haciendo gala de la gran maestría narrativa a la que nos tiene acostumbrados este creador en su ya larga carrera, como autor de más de cien libros, considerado por ello uno de los novelistas contemporáneos más leídos en España y en el mundo.
La obra está dividida en dos partes, bien diferenciadas por el color y el tipo de papel en cada una de ellas. Se complementa, además, con numerosas ilustraciones.
Para conocer los entresijos de la expedición de 1622 de la Flota de las Indias, se han consultado las valiosas referencias del cronista carmelita Antonio Vázquez de Espinosa, quien nos relata en su texto una serie de escenas de gran impacto, llenas de crudeza y peligrosidad, producidas por la devastación que sufrieron las embarcaciones, debido al embate de varios temporales, pero, sobre todo, por la invasión de una pavorosa plaga de ratas que aparecieron en las naves. Ratas hambrientas que atacaron a los marinos, a las aves y a otros animales que llevaban a bordo, e incluso a los mismos gatos. Se matarían más de tres mil.
La armada salió de los puertos andaluces en 1621, compuesta por treinta y tres embarcaciones. Hizo escala en las Islas Canarias, como era usual, mientras que a la Península solo regresarían, a finales de 1622, siete embarcaciones. La mala fortuna persiguió a los supervivientes, ya que cuando se encontraban en las cercanías del puerto de Cádiz fueron asaltados por piratas holandeses que merodeaban por aquellas aguas.
De la citada expedición a las Indias quedan aún muchos enigmas por resolver, entre ellos, las razones que inducirían al general Fernando de Sosa, que iba al mando de la Flota, a haberse aventurado a zarpar de La Habana con destino a España en una fecha que coincidía con la temporada de grandes tormentas, comunes en esa época del año. Quedan aún por valorar, además, las pérdidas del cargamento de oro, plata y otras materias primas con las que venían cargadas las naves. Otros muchos enigmas de esa Flota maldita de Indias continuarán enterrados aún por mucho tiempo en las aguas del Atlántico.