Durante siglos los gobernantes trataron a los animales exóticos como emisarios diplomáticos o máquinas de guerra, masacrándolos por centenares para divertirse o coleccionándolos para impresionar al pueblo y legitimar simbólicamente la magnificiencia de su poder. La familiaridad con que hoy los vemos atenuó la admiración y el pavor que nos despertaban, pero nuestra fascinación por ellos aún pervive. Tal vez porque intuimos que nuestros destinos están enextricablemente unidos; que sin ellos, espejos de nuestra humanidad, no seríamos quienes somos. Por las páginas de este libro desfilan Alejandro Magno, Filadelfo de Alejandría, Pompeyo, Moctezuma y Hernán Cortés, Lorenzo de Medici, Rodolfo II, Josefina Bonaparte o William Randolph Hearst, el magnate norteamericano inmortalizado por Orson Welles en Ciudadano Kane. Pero también elefantes, guepardos, leones, canguros, jirafas y un sinfín de animales exóticos, todos ellos testigos inocentes y mudos de los entresijos del poder, siempre extravagante, a menudo brutal.