Sonidos negros estudia el flamenco y las representaciones dancísticas que desembocan en el flamenco a través de un marco teórico nuevo para la flamencología: «critical race theory», o el análisis historiográfico y crítico de las conceptualizaciones de la raza. Basado en las lecturas de Frederick Douglass, Du Bois, Frantz Fanon, Toni Morrison, Robert Farris Thompson, Brenda Dixon Gottschild, Stuart Hall, Saidiya Hartman, Jayna Brown, Stefano Harney y Fred Moten, Sonidos negros convive con el concepto de DuBois de «duplicidad», que ya de por sí es un concepto muy español, enfocado en las discrepancias entre la subjetividad y la objetivación, la mirada desde dentro y desde fuera. Este concepto permite abrir un espacio entre la imagen estereotipada, cargada de toda la fuerza descomunal del racismo como elemento estructural de nuestra sociedad y de las personas que, como artistas, consiguen trastornar estas imágenes y hacerlas bailar con otro sentido. Así, dentro de la imagen del gitano imaginado, el gitano escénico, Sonidos negros traza la narrativa del pastor bobo, quien, balanceándose entre la confusión ostentosa y pecaminosa, por un lado, y la humildad epifánica por otro, debe decidirse entre aceptar la iluminación de Jesucristo o permanecer en la oscuridad. La vinculación simbólica de este peligro religioso con el calabozo oscuro de la esclavitud constituye la narrativa evangélica que venció a los Moros y esclavizó a las Américas; un marco ideológico que se desplegaría en todos los estados de la dominación esclavista. Pero también aporta unas nuevas miradas a la danza, descubriendo códigos de la Negritud y la Blanquitud, desde los saltos virtuosos (con su pleno doble sentido) del villano caballero de la corte del s. XVII, a la pasada de las sevillanas en la que Sonidos negros lee el motivo afrocubano del vacunao y analiza la imagen estadounidense de «Jim Crow» como una analogía del pastor bobo español. Finalmente, Sonidos negros analiza las políticas raciales del flamenco a través de dos figuras: la famosa Juana Vargas «La Macarrona», cuya ilustre carrera fue marcada tanto por el antigitanismo como por la apropiación del gitano (escénico) como símbolo nacional; y Jacinto Padilla «El Negro Meri», redimido del olvido por Kiko Mora en 2016, quien siendo negro representó a España en la primera filmación de flamenco, rodada en París por la casa Lumière en 1900.
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte y fue galardonada con el Premio Barnard Hewitt por la American Society for Theatre Research en 2020.