Las reflexiones sobre el medio ambiente y las ciudades se revelan en la hora presente como imprescindibles. La dimensión relevante de las ciudades como foco de vida social, económica, cultural, y como un propio ecosistema vivo, presenta como contravalor, la contaminación, las desigualdades, la destrucción de nuestro patrimonio ambiental, el urbanismo descontrolado y un sinfín de cuestiones a considerar. La actual situación no puede mantenerse por mucho más tiempo, pues no sólo está en juego nuestro equilibrio ambiental, sino nuestra propia existencia como planeta y como seres vivos. Lejos de ser catastrofistas, estas consideraciones nos deben animar a ponernos en marcha, a crear una nueva conciencia ciudadana, que tenga en la defensa del medio ambiente y en el desarrollo sus ejes sobre los que pivotar. La apuesta y el compromiso, junto con la aportación de recursos en cantidad suficiente, de los poderes públicos deben extenderse aún más y a todos los ámbitos. Experiencias como Agenda 21, muestran bien a las claras, como el compromiso y la colaboración entre ciudades y administraciones pueden dar unos buenos resultadas, no sólo en el diseño de políticas e iniciativas, sino cambiando y mejorando la vida de los habitantes de nuestras ciudades.